Maraña se levantó y pensó…un día como cualquiera (mentira coronavirus). Tengo el cerebro dormido. Se fue con un ojo abierto y otro semi-cerrado a la cocina a hacerse sus 3 tazas de café matinales (entre las 8 y las 12 de la mañana). Era un día soleado y caluroso, miró por la ventana y se sorprendió de la poca gente que había en la calle. Se vistió y fue al supermercado, se había quedado sin desayuno. El desayuno para él no tenía mucha importancia, pero cuando se levantaba con hambre pasaba a ser algo tan importante como el último capítulo de la serie que estuviera viendo en ese momento. Nadie podía hacer ruido ni hablarle.
Estaba mirando los precios del pan de molde, se decidió por una marca, se estiró para agarrarlo y cuando ya su mano lo sentía sucedió algo inesperado…otra mano, -¡¡¡ otra mano!!!- Otra mano también había ido misteriosamente a el mismo paquete que él había elegido. Con el ojo semi-cerrado aún y con un esfuerzo brutal por abrirlo, dirigió su vista al causante de ese contacto indeseado y fugaz. Casi sin pensarlo y de forma abrupta dijo… Señora, coronavirus, ¡Distancia por favor!
Momento súper incómodo, tan incómodo como cuando se besan con lengua delante de ti y no sabes dónde meter tus ojos (porque te gusta mirar) y tu cuerpo (porque te gustaría ser tu).
La señora se disculpó rápidamente y en un acto reflejo, apenada, le palmeo la espalda a Maraña indicándole su pesar y tratando de calmar su enfado. Acto seguido Maraña terminó de despertarse, abrió sus dos ojos tan grandes como platos y casi en un ataque de ira la miró y le pronunció… ¡Señora que no me toque! ¿Acaso no entiende lo que es la distancia social? ¿No sabe usted que esta el coronavirus que nos va a matar a todos si no hacemos caso? Parece mentira… ¡a esta altura después de estar encerrados como pájaros en jaulas y todavía hay gente que no lo entiende!…
La señora bajo la cabeza, sumamente avergonzada por la situación y porque Maraña tenía razón. Estamos pasando por una pandemia y tenemos que aceptar que hay una nueva realidad, pero la señora levantó su cabeza y le dijo… perdón caballero, es que estuve tanto tiempo sintiéndome como pájaro enjaulado que ahora no sé cómo ser persona.
Maraña no dijo absolutamente nada más. Fue a la caja, volvió a su casa, se tomó sus 3 tazas de café matutinas y se preguntó en voz alta… ¿Quiero morir como pájaro o persona?
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