Egoísmo
La palabra egoísmo, al igual que muchas otras tantas ha sido muy maltratada a lo largo de la historia. Por regla general al escuchar esta palabra la llenamos de connotaciones negativas, cuando, por el contrario, ser una persona egoísta es muy sano.
¿Ser egoísta está bien? Pues la respuesta es sí, pero para entender esto, comencemos por destripar la palabra y su significado.
Según la RAE
Del lat. ego ‘yo’ e -ismo.
- m. Inmoderado y excesivo amor a sí mismo, que hace atender desmedidamente al propio interés, sin cuidarse del de los demás.
- m. Acto sugerido por el egoísmo.
Es desde el latín el yoismo. Básicamente es quererse, velar única y exclusivamente por uno mismo sin fijarse en los otros. ¡Sí! Leído de esta manera, se podría decir que el egoísmo es negativo porque no miramos por la gente que nos rodea.
Como siempre…hay un pero. ¿Qué tanta importancia le tengo que dar a lo que sienten los demás? ¿Cómo influye en mi lo que los otros quieran o pretendan hacer conmigo? ¿Qué tanta importancia tiene hacer lo que yo quiero? Estas son algunas preguntas de las miles que se pueden realizar.
La definición en sí, habla de inmoderado y excesivo amor a sí mismo. Según la misma entra en juego la pregunta: ¿Qué es el amor? Pues bueno, el amor en su máxima expresión es el amor incondicional. Un amor que perdona, comprende, evalúa, maximiza, agradece, prioriza, se concede tiempo de calidad, comunica, pone límites y muchas cosas más.
Efecto dual
Entonces, tenemos que el amor incondicional hacia uno mismo (sería el inmoderado y excesivo según la definición de egoísmo) tendría un aspecto negativo en nuestras vidas si nos dejamos llevar por lo que normalmente entendemos por egoísmo. Ser egoísta sería algo no muy bien visto en la sociedad. Sin embargo, en el párrafo anterior hemos visto que el amor incondicional hacia uno mismo nos traería muchas cosas buenas a nuestra vida, como, por ejemplo, concedernos tiempo de calidad.
Amarse a uno mismo es extremadamente importante. Es la base para poder ser personas sanas con nosotros y los demás.
Los orígenes:
Hemos sido programados para poder vivir en sociedad. El ser sociales implica que para que esa sociedad sea válida, funcione correctamente. Por este motivo se crearon las normas y estas normas nos han condicionado en distintos rangos de moralidades.
Se puede ver esto claramente en un ejemplo de un funeral. En ciertos países se celebra el último adiós a un ser querido de una forma respetuosa, solemne, con lágrimas y en silencio. Mientras que en otros se realiza una fiesta de despedida con música, bebidas y muchas risas. En algunas culturas las risas en un funeral serán moralmente bienvenidas y en otras no.
Esto se debe a que existen culturas distintas donde cada una ha marcado sus propios grados de moralidad y valores.
La conducta pro-social (de ayuda) viene dada por la supervivencia. La cooperación se dará o por la importancia de continuar con genes familiares o por las metas e intereses propios. (pincha y lee más al respecto) De aquí viene que el ayudar al otro y ponerlo en un lugar más elevado que el nuestro, es síntoma de que somos buenas personas. El ayudar está bien visto por la sociedad y por lo tanto el ser egoísta tendrá un efecto negativo.
Este pequeño gran concepto se puede trasladar a todos los ámbitos: laboral, sentimental, social, etc. Crecemos con esta idea en la cabeza hasta que llega alguien o algo que nos pone a prueba. Llega una persona o situación que requiere nuestra atención, normalmente en forma de ayuda. Resulta que esta vez a la hora de decidir prestar ayuda, no queremos hacerlo o nos hace sentir incomodos. De repente, nos surgirá la duda de si el hecho de sentirnos mal por no ayudar está bien o mal.
Un ejemplo tonto…
Un amigo nos pide ayuda para terminar una tarea. En ese momento, estamos viendo Netflix cómodamente en el sofá. No tenemos ganas de ayudarlo ahora mismo. No nos apetece dejar de ver la TV. Si nos negamos a ayudar, automáticamente nos sentiremos mal por no hacerlo. Si ayudamos, nos sentiremos mal por dejar de hacer lo que estábamos haciendo.
¿Qué hacemos? ¿Nos priorizamos o vamos sin ganas?
No existe una medida correcta. Dependerá de cada caso. Evaluaremos la urgencia de prestar ayuda y también valoraremos el no prestarla. Lo importante aquí está en quitarnos culpas. Si evaluamos la situación y determinamos que nuestro amigo puede recibir la ayuda cuando terminemos nuestra peli o serie, se lo diremos. Si resolvemos que de ninguna manera quiero ayudar debo ser consecuente con mi decisión, es decir, ser responsable de mis actos y no sentir culpa. Si decidimos ayudar y dejar el sofá, será porque evaluamos que prestar la ayuda era más importante que lo que estaba haciendo.
Ahora bien, en cualquiera de los casos lo esencial es hacerse responsable de las acciones y marcar límites. Mis límites. Debemos entender que los limites no son para los demás sino para nosotros mismos. Si hay cosas que no estoy dispuesto a hacer (por la razón que sea) porque considero que me hacen mal, entonces no debo cruzar esa línea. El cruzar la línea significa que me terminare dañando de alguna manera. Puede ser un daño social, psicológico, físico, verbal, etc.
Poner límites es priorizarse a uno mismo, es sacar el máximo partido de todo lo que puedo dar de una forma sana.
Egoísmo positivo y Egoísmo negativo
El egoísmo positivo o constructivo es el que tiene resultados para la persona que lo aplica sin perjudicar a los demás de forma directa o intencionada. Es decir, alude a la necesidad y posibilidad de vivir con aprecio hacia los demás, pero sin permitirles que nos controlen. El clásico: “juntos, pero no revueltos”.
Este tipo de egoísmo nos permite vincularnos (pareja, familia, empresa y sociedad) sin perder nuestra identidad, sin despersonalizarnos y sin ceder a presiones culturales para que nos acepten en determinados círculos.
El egoísmo constructivo respeta nuestras necesidades, valores, objetivos e inclinaciones
Esto sólo es posible, desde la honestidad personal, desde la búsqueda de congruencia entre lo que hago y lo que pienso.
El egoísmo es la esencia misma de un alma noble. (Friedrich Nietzsche)
Por contraste, el egoísmo negativo es aquel que tiene como rasgo esencial la primacía de lo propio y la indiferencia de las necesidades de los demás. La conducta egoísta, desde la perspectiva tradicional es arrogante.
En el egoísmo positivo, todas las personas importan, pero se les quita el poder para dirigir, acaparar o interferir en nuestra vida. El egoísmo negativo o destructivo es todo lo contrario, ocasiona un daño intencionado a la otra persona de forma directa o indirecta.
Practica el egoísmo positivo
- Elige tus prioridades. Cuando sientas que te presionan establece límites de empatía, espacio y tiempo. Es decir, sé abierto a lo que te rodea y comparte tu tiempo, pero no cambies tus planes cada vez que alguien te lo pida. Sé consciente de quien entra, hasta cuándo y hasta donde en tu espacio.
- Revisa tus convicciones, estate abierto a todos los puntos de vista. Cuanto más abierto seas, más claras serán tus ideas. Al tener tu mente clara, tendrás una conducta firme y mejorara tu expresión.
- Escucha opiniones y medita sobre ellas (no dejes que te las impongan)
- La generosidad es muy importante. Lo que no se puede hacer es llevar la carga de otras personas. Cada cual tiene su responsabilidad en sus actos. Expresa de forma asertiva, cual es la mejor forma de que la otra persona pueda hacerse cargo de romper sus barreras.
- Habitúate a que te critiquen. El poner límites y crear tu propio camino con tus normas (sanas) no suele caer bien. Los demás intentarán hacerte sentir culpable por romper patrones antiguos.
Todo hombre debe decidir si caminará a la luz del altruismo creativo o en la oscuridad del egoísmo destructivo. (Martin Luther King hijo)
0 comentarios