La culpa es una emoción que en mayor o menor medida hemos sentido todos. Te has puesto a pensar ¿Qué es la culpa? ¿Por qué se genera? ¿Es culpa mía? ¿Es culpa tuya? No es culpa de nadie, ¿pero tenemos que buscar un culpable? Intentaremos como siempre resolver estas preguntas y también dejar algunos consejitos para evitarla.
¿Qué es?
Es una emoción autoconsciente, esto quiere decir que en algún punto existe una valoración positiva o negativa del propio yo en relación con una serie de criterios a cumplir, ya sean personales o sociales.
Claro que en más de una ocasión esa valoración es prácticamente inconsciente, casi automática y ni siquiera reparamos en ella, simplemente la asumimos como tal. Lo que importa es que hay una valoración de la persona sobre sus propias acciones. Una vez que estas valoraciones aparecen, sin duda alguna guiaran y controlaran nuestros pensamientos y conducta.
Es una “emoción social”, acompaña el desarrollo de la persona, donde se evalúa lo correcto y lo incorrecto, lo deseable y lo rechazable en la forma de comportarse, es básicamente fruto de la interiorización de los valores y las normas de su cultura. Es el resultado de la construcción de la persona, dicha construcción se realiza en las experiencias cotidianas de la persona y sus interacciones sociales (con sus padres, amigos, grupos, etc.).
La persona que se siente culpable siente la necesidad de reparar de algún modo la falta de algo, la necesidad de pedir disculpas y, en la medida de lo posible, enmendar la acción. Estas conductas, cuando se llevan a cabo, cumplen un papel fundamental en la reparación de las relaciones con los demás que han podido resultar dañadas como consecuencia de las acciones o faltas de la persona.
Junto con la empatía, esta emoción juega un papel fundamental como elemento motivador y controlador de la conducta moral. Muchas veces actuamos de una manera u otra para no sentir culpa.
¿Por qué se genera la culpa?
La culpa surge de una evaluación negativa del yo, referida a una acción concreta. Las personas que sienten culpa también experimentan dolor, pero en este caso el dolor tiene que ver con el objeto del daño que se ha hecho o con las causas de la acción realizada o pensada. Se centra en la conducta.
- Surge de la propia desaprobación.
- La culpa aparece cuando se transgreden ciertas normas o reglas. Es el resultado de un conflicto moral.
- La culpa se centra en la conducta (yo hice esa cosa horrible).
Esta emoción tiene una tendencia correctora que a menudo conduce más bien a la puesta en marcha de conductas reparadoras de la acción negativa, así como una reconsideración de la forma de actuación futura. Las personas pueden librarse de este estado emocional con relativa facilidad a través de la acción correctora. La culpa, al focalizarse en la conducta específica, favorece que prestemos atención a las consecuencias de nuestra conducta en los demás.
Entonces vemos que la culpa en sí misma, no es del todo negativa, por el contrario, nos es útil. Más que respuestas de evitación, los sentimientos de culpa provocan deseos de confesar, pedir perdón, reparar el daño hecho y actuar de otro modo en el futuro. Ahora bien, ésta conducta a reparar el daño no siempre es viable, y, como consecuencia, este estado emocional a veces puede resultar también muy incómodo.
Estudios realizados:
Un estudio de Pascual y colaboradores en el 2003 lleva a los siguientes resultados: en nuestra cultura, la culpa, depende, más que del juicio negativo de los demás, del juicio negativo del propio sujeto sobre su acción, una acción que el sujeto puede controlar. Además, la culpa, si bien a veces puede llevar también a la huida de la situación para eludir un castigo que se intuye severo, normalmente no lo hace, y en cambio favorece la puesta en marcha de algún tipo de acción para solucionar la situación.
¿ Entonces… son tan positivos los sentimientos de culpa?
Hay debate:
- Según Freud, la culpa tiene un carácter muy negativo para el individuo. Los sentimientos de culpa, por su naturaleza inhibitoria (pensamientos negativos), su asociación con la necesidad de castigo y su tendencia a desencadenar múltiples mecanismos de defensa, acaban dando lugar a numerosos síntomas y conductas desadaptativas; su presencia es palpable en muchas patologías psíquicas. Hunde sus raíces en la ansiedad generada por no cumplir normas o creencias, trayendo pensamientos agresivos hacia nosotros mismos o los demás.
- Los efectos patológicos de la culpa, se producen cuando ésta aparece fusionada con la vergüenza. Es entonces cuando la culpa lleva a la rumiación obsesiva (pensamientos repetitivos centrados en buscar causas y consecuencias de algo, pero sin buscar soluciones) y al autocastigo. Surge cuando la persona siente empáticamente el dolor ajeno y se percibe como causante de dicho dolor.
La culpa freudiana es más ansiosa-agresiva y de efectos mucho más negativos tanto en el plano interpersonal como individual. Esta culpa viene con sentimientos de ansiedad, rabia, tristeza y enfado con uno mismo…
La que está asociada a la vergüenza lleva más a pensamientos obsesivos del tipo “debería de haber actuado de tal o cual manera”, “si hubiese hecho aquello…”, “si no hubiera dicho…”, “ahora está sufriendo por mi culpa…”, se buscan causas desde la empatía con el otro.
¿Es culpa mía o culpa tuya?
La culpa no era mía
La experiencia de culpa freudiana, a menudo da lugar a la culpabilización de los otros y a la agresión contra los demás. Esto se debe a que queremos liberarnos de la rabia y enfado con nosotros mismos y proyectamos en el otro el error. Es un mecanismo de defensa que activamos de forma inconsciente para que no nos pese sobre nuestras espaldas el fallo. Este proceso, daña de todas las formas posibles nuestras relaciones, ya que ponemos sobre otro nuestras propias responsabilidades. Recordemos que la culpa se basa en nuestras acciones y como las valoramos. Lo más sano siempre es aceptar nuestro error e intentar enmendarlo.
Por otra parte, los sentimientos de culpa favorecen que nos sometamos a lo que quieren los demás, en especial, a figuras que vemos con autoridad. De ésta manera caemos más fácil en la manipulación en todos los ámbitos, desde el familiar al político. Esto sucede porque al sentirnos culpables de decir que no, por ejemplo, al final lo terminamos haciendo. Aceptando hacer lo que no queríamos, aliviamos la culpa de no hacerlo.
Échame la culpa
Suele pasar que posponemos tareas, actividades, decisiones, etc. porque no tenemos tiempo. Aquí aparece también la culpa. Nos hemos hecho adictos a la actividad neuronal continua. La falta de esta actividad, nos hace pensar que estamos siendo improductivos o que estamos dejando pasar el tiempo sin ningún plan. La pelea mental entre hacer y no hacer, hace que nos recarguemos mental y emocionalmente. Esta batalla la gana la culpa. Nos culpamos a nosotros mismos de no hacer nada poniendo sobre nosotros pensamientos negativos.
Acudimos a la culpa porque es mucho más complicado escuchar a nuestro yo cuando esta callado y sin hacer ruido. Es preferible escuchar al yo activo y no al silencioso. Porque el yo activo está atado a un montón de normas, criterios, moralidades, creencias, etc., que nos indican como actuar y pensar. Algo sumamente fácil, que consume menos recursos y energía que escuchar al yo silencioso.
El yo silencioso merece toda nuestra atención porque es libre. Al no tener cadenas, consume más recursos, energía y no tiene un camino marcado. Es la oveja negra. Nadie lo quiere y preferimos ponerle una mordaza, aunque no hable. Es el yo que requiere trabajo interno y reflexión.
¿Qué nos trae la culpa?
- Malestar emocional
- No nos sentimos valorados ya que hemos hecho algo mal (autoreproches)
- Ansiedad y estrés (irritación, nervios, tristeza)
- Nos exigiremos enmendar el error (autoexigencia)
- Baja autoestima (nos despreciamos)
- A nivel físico: dolores en el pecho, estómago, presión en la cabeza y molestias en la espalda.
- Pensamientos continuos sobre cómo debería haber actuado (rumiaciones)
¿Qué debemos hacer?
- Lo primero es saber identificar ésta emoción. Hacer esto nos ayudará a entendernos mejor a nosotros mismos y también a la situación
- Piensa en qué fue lo que hiciste para sentir culpa. A veces cambiando la perspectiva y mirando ampliamente nos damos cuenta de que quizás no fue tan malo.
- Acepta que no eres perfecto, ¡todos nos equivocamos!
- Si hiciste algo malo, reconócelo y pide disculpas. Pedir perdón es muy sanador.
- ¡Perdónate! Cuando pidas disculpas a otro pídetelas también a ti mismo.
0 comentarios